jueves, 6 de agosto de 2009

La crónica que se volvió ensayo

R 5.3

Pienso en la desnudez del ser, pienso que cuando se está así, sin más que uno mismo, sin más que la vergüenza despojada a través de la lucha, viene entonces el descanso. Pienso que cuando ya todo se ha dejado ir, que cuando ya nada más puede importar porque uno mismo ya fue traspasado, sólo viene el soplo del viento apacible.

Pienso esto porque eso es lo que acabamos de vivir, pienso que ni siquiera se puede hablar de otra manera. Los comentarios, los rostros sin palabras y la profunda admiración respetuosa que se despertó en nosotros por el invisible y por su realidad en cada uno, nos hizo llegar siendo nosotros, pero a la vez otros.

Es como si poco a poco nuestra ropa, nuestras máscaras, nuestros abrigos fueran cayendo al suelo y luego nosotros, como si una vez que estuvimos en el suelo lo único que recibimos fue un beso en la boca para recordarnos, animarnos, amarnos y levantarnos.

Hoy llega un grupo que sabe que es, que sabe que es muchas cosas, que sabe que es uno y a la vez muchos, que sabe que su misión es crecer, que lo que quiere es cambiar historias, que lo que hace es desgarrar el Cielo con cada acción, que lo planta en la Tierra para que dé fruto, para hacer de este lugar uno mejor.

Entre el calor, la improvisación, la laguna, las camas amontonadas, las desveladas y el camión nos dimos cuenta de eso y de más.

En medio de la adoración, la palabra, la convivencia y la profecía poco a poco, perdimos todo hasta quedar así, sin nada más que el corazón en las manos para entregarlo y oler, de nuevo, por primera vez o de continuo, nuestro propósito en Él.

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